Fue
en el reinado de Ptolomeo Filadelfo (285 a 246 a.C.), que se confeccionó la Septuaginta,
versión griega del Antiguo Testamento. Demetrio el bibliotecario sugirió a Ptolomeo que consiguiera una traducción cuidadosa
de los escritos y que fueran los judíos mismos quienes hicieran la traducción.
Ptolomeo
Filadelfo escribió a Eleazar, el sumo sacerdote de los judíos para que se emprendiera la traducción. El sumo sacerdote mandó
seis hombres de cada tribu, expertos en el conocimiento de los escritos en cuestión. Fueron 72 judíos los que trabajaron logrando
así, completar la famosa versión de la Septauginta en solo 72 honras. Cuando terminaron el trabajo, leyeron la traducción
aprobándola unánimemente.
Esta traducción satisfacía la necesidad de la población judía que hablaban griego y que deseaban tener
las Escrituras, al mismo tiempo poder mantenerse alejados de la degradante influencia helenista.
La Septuaginta era la traducción que circulaba ampliamente durante
la época de Jesucristo y entre los judíos de la dispersión en el mundo mediterráneo. Esta fue al mismo tiempo la Biblia
que usaron los apóstoles de la iglesia del principio.
Fue el instrumento más importante en las manos de los primeros misioneros, pues el griego era el lenguaje que
se entendía por todo el imperio romano.
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