Jehová dijo, además, a Moisés: Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré
sobre esas tablas las palabras que estaban en las primeras, que rompiste.
Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras. Y levantándose muy de mañana subió al
monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en sus manos las dos tablas de piedra. Entonces descendió Jehová en la nube, y
se presentó allí a Moisés; y éste invocó el nombre de Jehová. Jehová pasó frente a Moisés y proclamó: ¡Jehová, Jehová, Dios
compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, que conserva su misericordia por mil generaciones,
que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que de ninguna manera dará por inocente al culpable; que castiga la
maldad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación!
Entonces Moisés se apresuró a bajar la cabeza hacia el suelo, y se postró diciendo: Oh Señor,
si he hallado gracia ante tus ojos, vaya por favor el Señor en medio de nosotros, aunque éste sea un pueblo de dura cerviz.
Perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y acéptanos como tu heredad.
Jehová le dijo: He aquí, yo hago un pacto frente a todo tu pueblo: Haré maravillas como nunca
fueron hechas en toda la tierra y en ninguna de las naciones. Todo el pueblo, en medio del cual estás, verá la obra de Jehová;
porque algo temible haré para con vosotros. (ÉXODO
34:1, 4-10)
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