No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la
tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios,
un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que
me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos.
No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria por tu misericordia y
tu verdad. ¿Por qué han de decir las naciones:
“Donde está su Dios?”
¡Nuestro Dios está en los cielos!
¡Ha hecho todo lo que ha querido!
Los ídolos de ellos son de plata y oro, obra de manos de hombres.
Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen; tienen
nariz, pero no huelen; tienen manos, pero no palpan; tienen pies, pero no andan; no emiten sonido con sus gargantas. Como
ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos confían. (ÉXODO 20:4-6; SALMO 115:1-8)
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