Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera.
Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Y le crucificaron, y repartieron sus
vestiduras, echando suertes sobre ellas para ver qué se llevaría cada uno. Era la hora tercera cuando le crucificaron. El
título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro
a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos. Y los que pasaban le insultaban, meneando
sus cabezas y diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días, ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!
De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con
los escribas decían: A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la
cruz para que veamos y creamos!
Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró, Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo. El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: ¡Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios! (Marcos 15.22-32,37-39)
Volver a Abril