Aconteció cierto día, cuando Moisés había
crecido, que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas. Entonces vio a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos,
sus hermanos. El miró a uno y otro lado, y viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Al día siguiente
salió otra vez, y he aquí que dos hebreos se estaban peleando. Entonces dijo al culpable: ¿Por qué golpeas a tu prójimo?
Y él le respondió: ¿Quién te ha puesto
a ti por jefe y juez sobre nosotros? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?
Entonces Moisés tuvo miedo y pensó: “Ciertamente
el asunto ya es conocido.”
Cuando el faraón se enteró de este hecho,
procuró matar a Moisés.
Aconteció después de muchos años que el
rey de Egipto murió. Los hijos de
Israel gemían a causa de la esclavitud
y clamaron a Dios, y el clamor de ellos a causa de su esclavitud subió a Dios. Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de
su pacto con Abraham, con Isaac y con Jacob. Dios miró a los hijos de
Israel y reconoció su condición. (Éxodo
2.11.15a, 23-25)
Ha enviado redención a su pueblo; para
siempre ha ordenado su pacto.
Santo y temible es su nombre. (Salmo 111.9)
Lea estos pasajes
relacionados:
NÚMEROS 32:23; HECHOS 7:23-29; HEBREOS 11:24-27
Volver a Febrero