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“Porque donde esté vuestro tesoro,

allí estará también vuestro corazón.”

 

(San Mateo 6:21)

 

         Esta hermosa frase de Jesús, ha sido maravillosamente relevante a mi vida este último tiempo. Porque me ha permitido meditar. “¿Cuál es el tesoro sobre el cual Dios tiene Su corazón?” Y la respuesta es la más maravillosa que pudiera haber descubierto alguna vez!!!

 

El gran tesoro de nuestro Dios,

¡ es Su Iglesia!

        

Somos tú y yo, son todos los comprados con el precio del Calvario. Y aunque ya he hablado de este tema. Creo que nunca es demasiado, porque el mundo de las tinieblas, de los brujos y hechiceros, donde reina Satanás, se ha encargado de maldecir lo que Dios ama como jamás podíamos imaginar. Porque el diablo odia, lo que Dios ama. Y los que lo sirven también.

         Cuando comencé a redoblar mis oraciones por la Iglesia de Jesucristo, Dios grabó en mi mente una frase que quiero compartir contigo:

 

No hay brujo bueno,

porque no hay diablo bueno!!!

 

         Y aunque los brujos se vistan de angelitos y digan que sanan en el nombre de Dios, tenemos que tener presente que el padre de todos ellos es el diablo, padre de mentira, y ése no es nada bueno.

         La segunda cosa que Dios me enseñó es que cuando los cristianos bendicen a un brujo, o a cualquiera que esté entregado a hacer lo malo, está bendiciendo la obra del diablo, y fortaleciendo el poder de Satanás. La misión de la Iglesia es orar por los necesitados, por los que sufren, y están dispuestos a aceptar la salvación que Cristo ofrece. Y no bendecir el mal.

         Si leemos el libro de Hechos nos vamos a dar cuenta que los primeros cristianos no le dijeron a la gente: Varones judíos que Dios los bendiga, sino: Al Jesús que ustedes crucificaron Dios lo ha hecho Señor y Cristo, y es necesario que se arrepientan y se bauticen en Su nombre para ser salvos.

         Jesús sanó a muchos, pero no se lee que le haya dicho a los pecados que “Dios los bendiga.” De hecho, el Sermón del Monte, en Mateo 5, tiene hermosas enseñanzas pero todas condicionadas a la actitud del corazón. Los que lloran, serán consolados. Los que buscan la justicia, serán hartos… A los religiosos que practicaban la hipocresía los trató de sepulcros blanqueados, y de raza de víboras. Y a los que comerciaban en el templo con la Palabra de Dios, los sacó a latigazos. A veces, me da risa pensar que muchos cristianos del siglo XXI, ante una situación similar, seguro le dirían: “Muchachos, ¡que Dios los bendiga!!! Pero, por favor, ¿pueden sacar estas palomitas del tempo que quedan mal?” ¡No! Jesús marcó la diferencia entre el reino de las tinieblas y el reino de la luz. Entre el bien y el mal. Entre lo justo y lo injusto. Entre lo falso y lo verdadero.

         Hemos sido enviados a predicar “el reino de Dios y su justicia”, pero me temo que la Iglesia ha predicado el reino y se ha olvidado de predicar la justicia de Dios. Siempre asistimos a reuniones de oración donde se pide por la paz mundial y por la salvación de los pueblos y naciones, pero no he oído, por lo menos yo, que se hagan reuniones donde se ruegue para que haya justicia en el mundo. Los pueblos están reclamando justicia, y ¡los cristianos duermen el sueño de que algún día llegará sin golpear las puertas del trono de los cielos para que haya justicia en el mundo!!!!

 

El Evangelio no es sólo amor y paz,

es también justicia!

        

 La Iglesia de Jesucristo tiene que encontrar la forma de sembrar la justicia de Dios en el mundo. No una justicia barata donde se supla momentáneamente las necesidades de la gente. La Iglesia tiene que lograr un cambio en las estructuras sociales que logre cambiar las reglas de juegos de los gobernantes y el mundo sea más equitativo.

         La Iglesia del siglo XXI tiene que ser capaz de construir un mundo distinto para las futuras generaciones. Un mundo donde la justicia social no sea un slogan repetido hasta el cansancio por los que tienen ansias de poder, y jamás han logrado nada, sino la realidad de una Iglesia que se ha levantado para decirle al mundo:

 

¡Dios nos ha hecho conocer Su gracia,

para traer paz, justicia y libertad a las naciones,

¡y estamos aquí para cumplirlo!!!

        

La Iglesia debe aprender a dejar de buscar el favor de los gobernantes para que reconozcan Sus derechos como institución sin fines de lucro, y buscar las señales del poder de Dios para cambiar las leyes del mundo y las estructuras sociales que nada tienen que ver con la verdad de Dios.

         La Iglesia está llamada a estar comprometida con Jesucristo y con su llamado, y cuando hay injusticias, debe saber levantar la voz a tiempo y con sabiduría para poner de relevancia la maldad y revertirla.

         Porque tal como dijo Jesús:

 

Si la sal se desvanece,

¿con qué será salada la tierra?

        

 Y como soy cristiana desde niña, y he estado involucrada en la labor de distintas instituciones cristianas, conozco muy bien como se desvanece la sal de los cristianos:

         * Buscando puestos de liderazgo, en lugar de buscar el don que Dios ha depositado en ellos y usarlo para cambiar corazones y cambiar la sociedad.

         * Ofrendado hasta empeñarse, no por amor a Dios, sino para ser millonarios mañana, en lugar de buscar el reino de Dios y su justicia para que Dios los bendiga conforme a Sus riquezas en gloria, y no conforme al dinero que han ofrendado (la mayoría de las veces sin amor por Dios, simplemente por amor a su bolsillo).

         * Tratando de hacer cosas para lograr a favor de los hombres, sin tener en cuenta que hemos sido llamados para agradar al que nos salvó y a cumplir con Sus planes y propósitos.

         * En resumen, la Iglesia ha perdido el tiempo en muchas cosas que no están en el corazón de Dios, y ha descuidado el don que Dios ha puesto en cada uno. La pasión por los perdidos ha llegado a ser una historia del pasado, la Iglesia ha sido influenciada por el tecnicismo frío de la sociedad en que vive. Muchas normas del sistema mundial carente de Dios, ha entrado en la Iglesia y se han establecido sin ningún problema, porque

 

la Iglesia se ha olvidado que ha sido llamada

a influenciar el mundo,

y no a dejarse influenciar por el mundo.

        

Y ojalá mis palabras suenen en tu corazón lo suficientemente fuerte, como para que te levantes y decidas cambiar lo que tengas que cambiar y mejorar lo que puedas mejorar

 

para gloria de Aquel que tanto nos amó,

que dio su vida por nosotros!

 

         Tal como se ha dicho muchas veces, recuerda que

 

Dios no tiene otras manos para obrar en el mundo,

que las tuyas.

Dios no tiene otro corazón para expresar Su sentir,

que el tuyo.

Dios no tiene otra mente para lograr Sus planes,

que la tuya.

Dios no tiene otras manos para ayudar a los necesitados,

que las tuyas.

Dios no tiene otros labios para proclamar Su verdad.

que los tuyos.

Dios no tiene otros pies para alcanzar el mundo,

que los tuyos.

 

¡Él espera que uses todo lo que te ha regalado,

para traer salud a las naciones!

 

        ¡Que así sea en tu vida y en la mía! Ése es el deseo de Aquel que nos ha convertido en Su especial tesoro!.

         Con el mayor aprecio,

 

         Nilda Sassaroli

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