“Ustedes son la sal de la tierra”
(San Mateo 5:13)
Si la sal permanece en el salero no
sirve para nada. Es necesario sacarla y derramarla sobre los alimentos para que la comida tenga un sabor agradable.
Los cristianos, al igual que la sal,
cumplimos con el propósito de Dios cuando nos atrevemos a salir de nuestro propio mundo para compartir la fe con otros. Y
así como la sal le da gusto y sabor a los alimentos, el cristiano está llamado a darle sabor al mundo sembrando la salud de
Dios en el corazón de los hombres.
El Dr. Oral Roberts, en uno de sus
mensajes, dice: “Así como la sal derrite el hielo, el amor de Dios derrite los prejuicios y el odio.”
La sal evita que los alimentos se echen
a perder, del mismo modo la Iglesia de Jesucristo evita que el mal avance y lo revierte por medio de la verdad de Dios. La
sal produce sed y el cristiano debe ser capaz de producir sed de Dios en medio de una sociedad que ha olvidado la eficacia
del Calvario.
“Ser sal de la tierra”
implica abandonar el mundo de nuestros propios intereses para brindarnos a otros. Colosenses 2:10 dice que
“Estamos completos en Cristo”
Esto significa que “en Cristo”
tenemos todo lo necesario para desarrollar el plan que Dios tiene para nosotros. Y debemos estar firmemente dispuestos a llevarlo
a cabo aunque, a veces, nos asalten las dudas. Porque el reino de los cielos no es el negocio de ningún hombre, no es nuestro
negocio, es el negocio de nuestro Padre que está en los cielos. Y nadie desea con más vehemencia que Él que tengamos éxito
en el cumplimiento de Sus planes. Dios quiere que creamos que a Él le sobra poder para llevar adelante Sus planes
a través nuestro.
Si nos equivocamos, o tropezamos, en
el intento podemos “estar bien seguros” que Dios no nos va a abandonar hasta que cumplamos Su plan. Nuestra seguridad
no está en lo que nosotros podemos lograr sino en lo que Dios puede lograr a través nuestro.
Pero Él, en Su infinita sabiduría,
permite que enfrentemos decepciones a fin de ejercitar nuestra fe y formar en nosotros el carácter, la personalidad, que nos
hará cumplir la tarea con excelencia. En el camino a la meta nos va enriqueciendo con habilidades y dones que nos hacen eficaces
a fin de mostrarle a los hombres ¡cuán bueno es confiar en nuestro Padre! ¡A fin de producir sed de Él en el mundo!
Romanos 11:29 dicen que “los
dones y el llamamiento son irrevocables”. Significa que el llamado no se irá de nosotros pase lo que pase.
Puede comenzar hoy mismo a caminar
hacia la meta con excelencia, usando los dones que Dios le ha regalado. Porque al hacerlo, comenzará a descubrir el gran
plan del Creador para su vida. No permita que el temor o la duda lo detengan, porque en esta gran aventura de alcanzar
la meta del supremo llamamiento ¡el resultado está en las manos de nuestro Padre!
Cristo es nuestra Roca firme
y cuando nos paramos sobre
la Roca inamovible de los siglos,
¡los montes se pasan al fondo del mar!
Saludos para todos desde Argentina!
Nilda E. Sassaroli
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