Instruye al niño en su camino y aun cuando sea viejo no se apartará de el. (Prov. 22:6)
Cuenta una leyenda antigua que un niño estaba por nacer… y le dijo a Dios: Me dicen que me
vas a mandar mañana a la tierra. ¿Pero como viviré halla tan pequeño y tan débil como soy?
Entre los muchos Ángeles escogí uno para ti que te estará esperando, él te cuidará.
Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, y eso basta para ser feliz.
Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás muy feliz.
¿Y como entenderé cuando la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucho cariño y
paciencia te enseñará a hablar.
¿Y que haré cuando quiera hablar contigo?
Tu ángel te juntará las manitas y te enseñará a orar.
He oído que en la tierra hay hombres malos, ¿Quién me defenderá?
Tu ángel te defenderá a costa de su propia vida, pero estaré triste porque no te veré más.
Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque
yo estaré siempre a tu lado…
En ese instante una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se empezaban a oír voces terrestres…
y el niño presuroso repetía suavemente… Dios mío, ya me voy… por favor dime su nombre. ¿Cómo se llama mi ángel?
A lo que Dios contestó: su nombre no importa. Tu solo le llamarás mamá.
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