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Creciendo en la fe
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Juan 9:17, 25, 35-38

 

Por eso interrogaron de nuevo al ciego: ¿Y qué opinas tú de él? Fue a ti a quien te abrió los ojos. Yo digo que es profeta  contestó.

Por segunda vez llamaron los judíos al que había sido ciego, y le dijeron: Júralo por Dios. A nosotros nos consta que ese hombre es *pecador.  Si es pecador, no lo sé  respondió el hombre. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.

Jesús se enteró de que habían expulsado a aquel hombre, y al encontrarlo le preguntó: ¿Crees en el Hijo del hombre?  ¿Quién es, Señor? Dímelo, para que crea en él.  Pues ya lo has visto —le contestó Jesús—; es el que está hablando contigo.  Creo, Señor declaró el hombre. Y postrandose, lo adoró. (NVI)

 

Introducción

 

El ciego ocupa el centro de la escena. Los demás personajes dan realce a su figura. Los discípulos preocupados en una especulación teológica extraña a la caridad. Los vecinos expresando curiosidad y admiración. Los fariseos obcecados en su incredulidad, torciendo los hechos. Los padres tímidos evadiendo el conflicto. En el centro el ciego firme, atrevido, valiente, fiel a la verdad.

 

I. Su fe basada en la experiencia

a). Había puesto a prueba la palabra de Jesús, haciendo lo que le mandó, y fue sano. “Habiendo yo sido ciego, ahora veo.”

b). El que cree por testimonio ajeno nunca podrá sentirse muy seguro. No hay vida en un credo que no brota y se comprueba en la experiencia propia.

c). Natanael no quedó conforme con el testimonio de Felipe; ni los samaritanos con el de la mujer. Todo creyente debe poder decir: “Yo sé.”

 

II. Contestó con modestia; pero con firmeza

a). No tardan las circunstancias en demandar el testimonio del discípulo. Así

Nicodemo. Pedro creía pasar inadvertido.

b). El ciego no sabía mucho; pero sabía bien algo: —“una cosa”. No pretendía saber más. Y dijo lo que sabía. Lo que Jesús había hecho por él.

c). Semejante testimonio se demanda de cada creyente: “Cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo.”

 

III. Se mantuvo ante la oposición

a). Siempre habrá quienes traten de quitar su fe a los cristianos. Argumentos, burlas, persecución.

b).Se han probado todos los medios. Los argumentos se estrellaron contra la experiencia.

c). El insulto y la persecución lo convirtieron en mártir.

 

IV. La fe en el conflicto

a). Las absurdas afirmaciones de los fariseos contra Jesús, le hicieron ver más claramente la verdad.

b). Su fe se fortaleció y se desarrolló.

Nótense las expresiones que emplea para designar a Jesús: “el hombre” (1);

“profeta” (17); es “de Dios” (33); “el Hijo de Dios” (35-38).

c). El mismo empeño de los fariseos en desprestigiar a Cristo le hace darse cuenta de nuevas verdades.

d). Nuestro credo debe crecer. Cristo debe ser cada día más para nosotros. Es más de lo que sabemos o imaginamos.

Hay un himno que dice: Quiero de Cristo más saber, Más de su amor para salvar; Crecerá en la comunión con él y en el conflicto con el mundo.

 

V. Tuvo que sufrir por su fe

a). Caso frecuente. Si no sufrimos, quizá sea porque no hemos sido fieles a nuestro testimonio. ¿Qué ha hecho Cristo por ti? Cuéntalo; que el mundo lo sepa y lo vea.

b). No temas el resultado. Si no tienes tal experiencia: “Ven y ve.” Si te acercas a Cristo y lo pones a prueba, pronto tendrás mucho que decir. ¡Y serás feliz!

 

Cuando Policarpo era obispo de la iglesia de Esmirna, fue llevado ante el tribunal, el procónsul le preguntó si era Policarpo, y contestó que sí. Luego empezó el procónsul a exhortarlo, diciendo: —Ten piedad de tu avanzada edad; jura por la fortuna de César; arrepiéntete; di: quítense los ateos (los cristianos).

Policarpo miraba solemnemente a la multitud y señalando con la mano, alzó los ojos hacia el cielo y dijo: —Quítense esos ateos —los que estaba en su derredor. El procónsul lo trató de persuadir diciendo: —Jura y te soltaré; renuncia a Cristo.

El venerable cristiano respondió: —Ochenta y seis años le he servido y nunca me ha hecho cosa perjudicial; ¿cómo puedo blasfemar a mi Rey quien me ha salvado?

—Tengo fieras y te expondré a ellas, si no te arrepientes —dijo el procónsul.

—Traedlas —dijo el mártir. (Policarpo)

—Suavizaré tu espíritu con fuego —dijo el romano.

—Me amenazáis —respondió Policarpo—, con el fuego que quema sólo por un momento, pero olvidáis el fuego del castigo eterno, reservado para los impíos.

En la hora de su martirio daba gracias a Dios porque se contaba entre los mártires de Cristo.

Cristo te ama y tiene mejores cosas preparadas para ti y tus seres amados.

 

Bendiciones.

Hno. Fredy Monterroza.

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