La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da,
yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14.27 RVG
Cierto rey prometió un gran premio a aquel artista que
pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las obras, pero solamente
hubo dos que en verdad le gustaron.
La primera mostraba un lago muy tranquilo, espejo perfecto
donde se reflejaban las montañas circundantes. Sobre ellas se encontraba un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los
que miraron esta pintura estuvieron de acuerdo en que reflejaba la paz perfecta.
La segunda también tenía montañas, pero estas eran escabrosas.
Sobre ellas había un cielo oscuro, del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar
un espumoso torrente de agua.
Esta imagen no se revelaba para nada pacífica.
Pero cuando el rey analizó el cuadro más cuidadosamente,
observó que tras la cascada, en una grieta, crecía un delicado arbusto. En él había un nido y allí, en medio del rugir de
la violenta caída de agua, un pajarito.
¿Cuál cree usted que fue la pintura ganadora?
El rey escogió la segunda. La paz —explicó—
no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin dolor. Significa que, aun en medio de estas circunstancias,
nuestro corazón puede permanecer en calma.
Bendiciones
Hno. Fredy Monterroza
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