Entonces la serpiente, que era el más
astuto de todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho, dijo a la mujer: ¿De veras Dios os ha dicho: “No
comáis de ningún árbol del jardín”? La mujer respondió a la serpiente: Podemos comer del fruto de los árboles del jardín.
Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: “No comáis de él, no lo toquéis, no sea que muráis.”
Entonces la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos
serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer,
que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también
dio a su marido que estaba con ella, y él comió. Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos.
Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron ceñidores. Cuando oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el jardín
en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del jardín. (GÉNESIS 3:1-8)
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