El testimonio del chino convertido.
Un
chino que se había convertido dijo: Estaba caído en un pozo, casi ahogado por
el barro, clamando que alguien me ayudara. En eso apareció un anciano de aspecto venerable que me miró desde arriba y me dijo:
hijo, este es un lugar desagradable. Si que lo es. ¿No puede usted ayudarme a salir? Hijo mío me llamo Confucio. Si hubieses
leído mis obras y seguido lo que ellas enseñan, nunca hubieras caído en el pozo. Y con eso se fue.
Pronto vi que
llegaba otro personaje, esta vez un hombre que se cruzaba de brazos y cerraba los ojos. Parecía estar lejos muy lejos. Era
Buda, y me dijo: hijo mío cierra los ojos y olvídate de ti mismo. Ponte en estado de reposo. No pienses en ninguna cosa desagradable.
Así podrás descansar como descanso yo. Si, padre, lo aré cuando salga del pozo. ¿Mientras tanto?... pero Buda se había ido.
Yo ya estaba
desesperado cuando se me presento otra persona, muy distinta. Llevaba en su rostro
las huellas del sufrimiento, y le grité: padre, ¿puedes ayudarme? Y entonces bajó
hasta donde yo estaba me tomó en sus brazos, me levantó y me sacó del pozo. Luego me dio de comer y me hizo descansar. Y cuando
yo ya estaba bien no me dijo: “no te caigas más,” sino “ahora andaremos juntos.” Y desde entonces
andamos juntos. Así contaba el chino la historia de la compasión del Señor Jesucristo.
Jesús
siempre está dispuesto a socorrernos en todo momento de la vida, siempre está a nuestro lado, pero en la mayoría de nuestros
casos despreciamos su compañía, y es cuando nos vemos involucrados en situaciones difíciles, pero Jesús está allí para ayudarnos,
a veces pasamos por diferentes religiones que solo dejan un enorme vació en nuestro corazón y nos sentimos solos y desamparados.
En esos momentos difíciles debemos darle cabida al Señor y andar siempre con él.
Bendiciones.
Hno. Fredy Monterroza.
Volver