Esto aconteció en los días de Asuero (el Asuero que reinó desde la India hasta Etiopía, sobre 127 provincias).
En aquellos días, cuando el rey Asuero se había sentado en su trono real que estaba en Susa, la capital, en el tercer año
de su reinado, hizo un banquete para todos sus magistrados y servidores.
En el séptimo día, estando el corazón del rey alegre a causa del vino, mandó a Mehumán, a Bizta, a
Harbona, a Bigta, a Abagta, a Zetar y a Carcas (los siete eunucos que servían personalmente al rey Asuero), que trajesen a
la presencia del rey a la reina Vasti, con su corona real, para mostrar su belleza a los pueblos y a los gobernantes; porque
ella era de hermosa apariencia. Pero la reina Vasti rehusó comparecer, a pesar de la orden del rey enviada por medio de los
eunucos.
El rey se indignó muchísimo, y se encendió en él su ira.
Entonces Memucán dijo ante el rey y los magistrados: La reina Vasti ha actuado mal, no solamente
contra el rey, sino también contra todos los magistrados y contra todos los pueblos que están en todas las provincias del
rey Asuero. Si al rey le parece bien, salga de su presencia un decreto real que sea escrito entre las leyes de Persia y de
Media, de modo que no sea abrogado: que Vasti no venga más a la presencia del rey Asuero, y que el rey dé su dignidad real
a otra mejor que ella. La sentencia que promulgue el rey será oída en todo su reino, inmenso como es; y todas las mujeres
honrarán a sus maridos, desde el mayor hasta el menor. ESTER 1:1-3a, 10-12, 16, 19, 20
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