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Ana ora por un hijo
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Había un hombre de Ramataim-zofim, de la región montañosa de Efraín, el cual se llamaba Elcana. Era hijo de Jerojam, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Zuf el efrateo. Y tenía dos mujeres: Una se llamaba Ana, y la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía.

Aquel hombre subía año tras año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios a Jehová de los Ejércitos en Silo. Allí estaban los dos hijos de Elí: Ofni y Fineas, sacerdotes de Jehová. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas.

Y aunque a Ana le daba una sola porción, él la amaba, a pesar de que Jehová había cerrado su matriz. Pero su rival la irritaba continuamente para humillarla, porque Jehová había cerrado su matriz.

Ella oró a Jehová con amargura de alma y lloró mucho. E hizo un voto diciendo: Oh Jehová de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré a Jehová por todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. (1 SAMUEL 1:1-6, 10, 11)

 

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