Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida.
Mientras pasaba Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?
Respondió Jesús: No es que éste pecó, ni tampoco sus padres. Al contrario, fue para que las obras de Dios se manifestaran
en él. Me es preciso hacer las obras del que me envió, mientras dure el día. La noche viene cuando nadie puede trabajar.
Mientras yo esté en el mundo, luz soy del mundo.
Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y con el lodo untó los ojos del ciego. Y le dijo: Vé, lávate
en el estanque de Siloé que significa enviado. Por tanto fue, se lavó y regresó
viendo.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas
no la vencieron. (JUAN 8:12; 9:1-7; 1:4, 5)
Volver a Julio