Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y los entregó Jehová
en mano de los filisteos durante cuarenta años.
Había un hombre de Zora, de la familia de los danitas, que se llamaba Manoa.
Su mujer era estéril y nunca había dado a luz. Y el ángel de Jehová se apareció a la mujer
y le dijo: He aquí que tú eres estéril y no has dado a luz, pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, guárdate, por favor,
y no bebas vino ni licor. Tampoco comas nada inmundo, porque he aquí que concebirás y darás a luz un hijo sobre cuya cabeza
no pasará navaja, porque el niño será nazareo de Dios desde el vientre de su madre. El comenzará a librar a Israel de mano
de los filisteos.
La mujer dio a luz un hijo y le puso por nombre Sansón. El niño creció, y Jehová lo bendijo.
El Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en el campamento de Dan, entre Zora y Estaol.
Sansón juzgó a Israel durante veinte años, en los días de los filisteos. (JUECES 13:1-5,
24, 25; 15:20)
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