Después de la muerte de Ehud, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos
de Jehová. Entonces Jehová los abandonó en mano de Jabín, rey de Canaán, el cual reinaba en Hazor. El jefe de su ejército
era Sisara, y habitaba en Haroset-goím.
Los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquél tenía 900 carros de hierro y había oprimido
con crueldad a los hijos de Israel durante veinte años.
En aquel tiempo gobernaba a Israel Débora, profetisa, esposa de Lapidot. Ella solía sentarse
debajo de la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín. Y los hijos de Israel acudían a ella
para juicio.
Entonces ella mandó llamar a Barac hijo de Abinoam, de Quedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te
ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: “Vé toma contigo a 10.000 hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos
de Zabulón, reúnelos en el monte Tabor, y yo atraeré hacia ti, al arroyo de Quisón, a Sísara, jefe del ejército de Jabín,
con sus carros y sus escuadrones, y lo entregaré en tu mano”? Barac le respondió: Si tú vas conmigo, yo iré. Pero si
no vas conmigo, no iré,
Ella le dijo: ¡Ciertamente iré contigo! Sólo que no será tuya la gloria, por la manera en
que te comportas; porque en manos de una mujer entregará Jehová a Sísara. (JUECES 4:1-9a)
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