Balaam alzó sus ojos y vio a Israel acampado según sus tribus, y el Espíritu de
Dios vino sobre él. Entonces pronunció su profecía y dijo:
“Dice Balaam hijo de Beor, dice el hombre cuyo ojo es perfecto; dice el que escucha los dichos de Dios, el
que ve visión del Todopoderoso, caído, pero con los ojos abiertos:
“¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob; tus moradas, oh Israel!
Se extienden como vegas, como huertos junto al río, como áloes plantados por Jehová, como cerdos junto a las aguas.
El agua correrá de sus baldes; su simiente tendrá agua en abundancia.
Su rey será más grande que Agag; su reino será enaltecido.
“Dios que lo ha sacado de Egipto es para él como los cuernos de un toro salvaje.
Devorará a las naciones enemigas; desmenuzará sus huesos y las destrozará con sus flechas.
Se agacha y se echa cual león; y como leona, ¿quién lo despertará?
¡Bendito sean los que te bendigan, y malditos los que te maldigan!” (NÚMEROS 24:2-9)
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