Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a
sí mismo por ella, a fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua con la palabra, para presentársela
a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta. De igual
manera, los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque
nadie aborreció jamás a su propio cuerpo; más bien, lo sustenta y lo cuida, tal como
Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre
y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Grande es este misterio, pero lo digo respecto de Cristo
y de la iglesia.
Por tanto, cada uno de vosotros ame a su esposa como a sí mismo, y la esposa respete a su
esposo.
Vosotros, maridos, de la misma manera vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer
como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas. (EFESIOS 5:25-33; 1 PEDRO 3:7)
Volver a Junio