Así que, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús, porque todos los que
fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón
ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y ya que sois de Cristo, ciertamente sois descendencia de Abraham,
herederos conforme a la promesa.
Digo, además, que entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque
es señor de todo; más bien, está bajo guardianes y mayordomos hasta el tiempo señalado por su padre. De igual modo nosotros
también, cuando éramos niños, éramos esclavos sujetos a los principios elementales del mundo. Pero cuando vino la plenitud
del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley,
a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo, que clama: “Abba, Padre.” Así que ya no eres más esclavo, sino hijo; y si hijo, también eres heredero por
medio de Dios.
Mirad cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo
somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado
lo que seremos. Pero sabemos que cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. (GÁLATAS 3:26-29; 4:1-7; 1 JUAN
3:1, 2)
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