Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mi pensamiento.
Mi caminar y mi acostarme has considerado; todos mis caminos te son conocidos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua, y tú, oh Jehová, ya la sabes toda.
Detrás y delante me rodeas y sobre mí pones tu mano.
Tal conocimiento me es maravilloso; tan alto que no lo puedo alcanzar.
¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de
Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!
Porque: ¿Quién entendió la mente del Señor?
¿O quién llegó a ser su consejero?
¿O quién le ha dado a él primero para que sea recompensado por él? Porque de él y por medio
de él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos.
Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones
del corazón. No existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Más bien, todas están desnudas y expuestas ante
los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (SALMO 139:1-6; ROMANOS 11:33-36; HEBREOS
4:12, 13)
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