Después del sábado, al amanecer el primer día de la semana, vinieron María
Magdalena y la otra María para ver el sepulcro. Y he aquí, hubo un gran terremoto: porque
el ángel del Señor descendió del cielo, y al llegar removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago,
y su vestidura era blanca como la nieve. Los guardias temblaron por miedo de él y quedaron como muertos. Y respondiendo el
ángel dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, quien fue crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde estaba puesto.
E id de prisa y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. He aquí va delante de vosotros a Galilea. Allí
le veréis. He aquí os lo he dicho.
Entonces ellas salieron a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, y corrieron a dar
las nuevas a sus discípulos. Y he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Os saludo!
Y acercándose ellas, abrazaron sus pies y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis.
Id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea. Allí me verán. (Mateo 28.1-10)
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