¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?
Espera a Dios, porque aún le he de alabar.
¡El es la salvación de mi ser, y mi Dios! (Salmo 42.11)
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová; mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis
y me creáis, a fin de que entendáis que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún Dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová;
fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié y salvé; yo proclamé, y no algún Dios extraño entre vosotros. Vosotros sois mis
testigos, y yo soy Dios, dice Jehová. Aun antes que hubiera día, Yo Soy, y no hay quien pueda librar de mi mano. Lo que hago,
¿quién lo deshará?” (Isaías 43.10-13)
Porque la gracia salvadora de Dios se ha manifestado a todos los hombres, enseñándonos a vivir
de manera prudente, justa y piadosa en la edad presente, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, aguardando la
esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro
Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar
para sí mismo un pueblo propio, celoso de buenas obras. (Tito 2.11-14)
Lea estos pasajes relacionados:
SALMO 68:19, 20; MIQUEAS 7:1-7; HABACUC 3:16-19;
LUCAS 1:47-55; 2:8-20; JUAN 4:40-42; HECHOS 5:29-32
Volver a Marzo