Entonces tres amigos de Job Elifaz el
temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido y vinieron, cada uno de
su lugar. Convinieron juntos en ir a él para expresarle su condolencia y para consolarle. Y cuando alzaron los ojos desde
lejos y no lo pudieron reconocer, alzaron su voz y lloraron. Cada uno rasgó su manto, y esparcieron polvo hacia el cielo,
sobre sus cabezas. Luego se sentaron en tierra con él por siete días y siete noches. Y ninguno de ellos le decía una sola
palabra, porque veían que el dolor era muy grande.
Entonces intervino Elifaz el temanita
y dijo: Recuerda, por favor, ¿quién ha perecido por ser inocente? ¿Dónde han sido destruidos los rectos?
Como he visto, los que aran iniquidad
y siembran sufrimiento cosechan lo mismo.
Perecen por el aliento de Dios, y por
el soplo de su ira son consumidos.
Pero yo, en cambio, apelaría a Dios y
a la Divinidad confiaría mi causa. ¡He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios disciplina!
No menosprecies la corrección del Todopoderoso.
Porque él hace doler, pero también venda; él golpea, pero sus manos sanan. Esto es lo que hemos investigado, y así es. Escúchalo
tú y conócelo para tu bien (JOB 2:11-13; 4:1, 7-9; 5:8, 17, 18,
27)
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relacionados:
JOB 4—5; 8; 11; 15; 18; 20; 22; 25; 32—37; HEBREOS 12:5-11
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