Aconteció cierto día que vinieron los
hijos de Dios para presentarse ante
Jehová, y entre ellos vino también Satanás,
para presentarse ante Jehová.
Jehová preguntó a Satanás: ¿De dónde vienes?
Y Satanás respondió a Jehová: De recorrer
la tierra y de andar por ella.
Jehová preguntó a Satanás: ¿No te has
fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del
mal; y que todavía se aferra a su integridad a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin motivo?
Y Satanás respondió a Jehová diciendo:
¡Piel por piel! Todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida. Pero extiende, pues, tu mano y toca sus huesos y su carne,
y verás si no te maldice en tu misma cara.
Y Jehová respondió a Satanás: He aquí,
él está en tu poder; pero respeta su vida.
Entonces Satanás salió de la presencia
de Jehová e hirió a Job con unas llagas malignas, desde la planta de sus pies hasta su coronilla. Tomaba un pedazo de tiesto
para rascarse con él, y estaba sentado en medio de las cenizas. Entonces su mujer le dijo: ¿Todavía te aferras a tu integridad?
¡Maldice a Dios, y muérete!
Pero él le respondió: ¡Has hablado como
hablaría cualquiera de las mujeres insensatas! Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal?
En todo esto Job no pecó con sus labios.
(JOB 2:1-10)
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