Hubo un hombre en la tierra de Uz, que
se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Y aquel hombre era el más grande de
todos los orientales.
Aconteció cierto día que vinieron los
hijos de Dios para presentarse ante
Jehová, y entre ellos vino también Satanás.
Y Jehová preguntó a Satanás: De dónde vienes?
Satanás respondió a Jehová diciendo: De
recorrer la tierra y de andar por ella.
Y Jehová preguntó a Satanás: ¿No te has
fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del
mal?
Y Satanás respondió a Jehová diciendo:
¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿Acaso no le has protegido a él, a su familia y a todo lo que tiene?
El trabajo de sus manos has bendecido,
y sus posesiones se han aumentado en la tierra. Pero extiende, por favor, tu mano y toca todo lo que tiene, ¡y verás si no
te maldice en tu misma cara!
Y Jehová respondió a Satanás: He aquí,
todo lo que él tiene está en tu poder. Solamente no extiendas tu mano contra él. Entonces Satanás salió de la presencia de
Jehová. (JOB 1:1, 3b, 6-12)
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