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Dios se acordó de Noé y de todos los animales y todo el ganado que estaban con él en el arca, e hizo soplar un viento sobre la tierra, y las aguas disminuyeron.

Y sucedió que cuarenta días después Noé abrió la ventana del arca que había hecho, y envió un cuervo que iba y venía hasta que las aguas se secaron sobre la tierra. También envió una paloma para ver si las aguas habían disminuido sobre la superficie de la tierra. La paloma no halló donde asentar la planta de su pie y volvió a él, al arca, porque las aguas todavía cubrían la superficie de la tierra.

Esperó aún otros siete días y volvió a enviar la paloma fuera del arca. La paloma volvió a él al atardecer, y he aquí que traía una hoja verde de olivo en el pico. Así entendió Noé que las aguas habían disminuido sobre la tierra.

Entonces salieron del arca Noé, sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos con él.

Entonces edificó Noé un altar a Jehová, y tomando de todo cuadrúpedo limpio y de toda ave limpia, ofreció holocaustos sobre el altar.

Jehová percibió el grato olor, y dijo Jehová en su corazón: “No volveré jamás a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el instinto del corazón del hombre es malo desde su juventud. Tampoco volveré a destruir todo ser viviente, como he hecho.” (GÉNESIS 8:1, 6-9a, 10, 11, 18, 20, 21)

 

Lea estos pasajes relacionados:

 

GÉNESIS 9; 2 PEDRO 3:1-14; APOCALIPSIS 21:1-4

 

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