Dijo luego Dios: «Haya lumbreras
en el firmamento de los cielos para separar el día de la noche, que sirvan de señales para las estaciones,
los días y los años, y sean por lumbreras en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra». Y fue así.
E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señoreara en el día, y la lumbrera menor para que
señoreara en la noche; e hizo también las estrellas. Las puso Dios en el firmamento de los cielos para alumbrar sobre
la tierra, señorear en el día y en la noche y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
Y fue la tarde y la mañana del cuarto día. (Génesis 1.14-19)
No vi en
ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella. La ciudad no tiene necesidad de sol ni
de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Las naciones andarán
a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su gloria. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no
habrá noche. Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones. Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación
y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. (Ap. 21.22-27)
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NEHEMÍAS
9:5,
6; JOB 9:1-9; SALMO 19:1-6; 104:19-23; PROVERBIOS 4:18, 19; EFESIOS 5:8-16
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