Dios le enseñó a Su pueblo a levantar altares que recordaran los milagros que Él hacía por ellos. Para
que, ante las situaciones difíciles, pudieran volver a esos altares y tuvieran fe para creer que ¡el Dios que había obrado
en el pasado, también lo haría en el presente!
De hecho, dentro del arca de Su presencia, Dios ordenó poner la vara reverdecida de Arón y el maná, o sea, el pan
que había llovido del cielo mientras estuvieron en el desierto.
Todos tenemos altares, aunque no los hayamos erigido, de
los milagros de nuestro buen Dios. Pero:
¿Cuántos cristianos hoy están dispuestos a creer que Dios puede hacer llover pan del
cielo?
¿O que él puede hacer reverdecer una rama seca y hacer que dé hojas y flores, como
la de Arón?
¿Cuántos creen lo que dijo Jesús?:
¿“Mayores obras que las mías haréis porque yo voy al Padre”?
Y la obra más grande que hizo Jesús, según los hombres, es
resucitar muertos!!!
¿Cuántos cristianos le creen a Jesús y
viven de acuerdo a lo que Él prometió?
El mundo está enfermo y los cristianos estamos en deuda,
por no habernos levantado a creer lo que nuestro Dios ha dicho. Me he dado cuenta que hay instituciones, llamadas cristianas,
que aceptan cosas Dios no aprueba, pero, al parecer, los intereses creados son más fuertes que la necesidad del mundo. Como
cristiana, creo que ésta no es hora de vivir según los intereses personales, ni institucionales, de nadie. Es hora de creerle
a Dios y vivir de acuerdo a su voluntad, si no lo hacemos Ezequiel 3:18 dice que Él nos va a demandar la sangre de los
que se pierdan. ¡¡¡Sí, leyó bien, Dios nos va a demandar la sangre de los que se pierdan!!
Ante el desafío del presente mundo en pedazos, los cristianos
tenemos la obligación de creerle a Dios:
“Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque
de cierto os digo,
que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis
a este monte:
Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será
imposible.”
(San Mateo 17:20)
“Para los hombres es imposible, mas para Dios,
no;
porque todas las cosas son posibles para Dios.”
(San Marcos
10:27)
Plenamente convencidos de que ¡¡¡Dios no miente!!!
Abraham es el padre de la fe, no sólo porque se atrevió a creer lo que Dios le dijo sino porque era el único que
recibió la revelación y tuvo que actuar en fe sin el respaldo de ningún ser humano. No tuvo quien lo alentara, ni avalara
su llamado, estuvo solo frente al Dios verdadero.
Puede que Dios te haya hablado, y nadie en el mundo creería
lo que Dios ha puesto en tu corazón, porque Él está esperando que, como Abraham, le creas aunque seas la única persona que
ha recibido tal encargo.
Un fuerte abrazo,
Nilda Sassaroli
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