Ya no hay un dolor
humano que no sea mi dolor; ya ningunos ojos
lloran, ya ningún
alma se angustia sin que yo me angustie y llore; ya
mi corazón es lámpara
fiel de todas las vigilias, ¡oh Cristo! En vano
busco en los hondos
escondrijos de mí ser para encontrar algún
odio: nadie puede
herirme ya
sino de piedad y
amor. Todos son yo, yo soy todos, ¡oh Cristo!
¡Qué importan males
o bienes! Para mí todos son bienes.
El rosal no tiene
espinas: para mí sólo da rosas. ¿Rosas de
Pasión? ¡Qué importa!
Rosas de celeste esencia, purpúreas como
la sangre que vertiste
por nosotros, ¡oh Cristo!
Amado Nervo
Bendiciones.
Hno. Fredy Monterroza.
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