Bienaventurados
los que comprenden mi extraño paso al caminar y mis manos torpes.
Bienaventurados
los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para comprender lo que escuchan.
Bienaventurados
los que comprenden que aunque mis ojos brillan, mi mente es lenta.
Bienaventurados
los que con una sonrisa en sus labios me estimulan a intentarlo una vez más.
Bienaventurados
los que nunca me recuerdan que hoy hice 2 veces la misma pregunta.
Bienaventurados
los que comprenden que me es difícil convertir en palabras mis pensamientos.
Bienaventurados
los que me escuchan porque yo también tengo algo que decir.
Bienaventurados
los que saben lo que siente mi corazón aunque no pueda expresarlo.
Bienaventurados
los que me ayudan a caminar hacia la casa de Dios.
Bienaventurados
los que me respetan y aman como soy, tan sólo como soy... ¡Y no como ellos quisieran que fuera!
Volver a Reflexiones