B.
EL CORAZON DEL PASTOR
¿Tienes corazón de pastor?
Nada más esencial para el liderazgo cristiano. La Biblia describe repetidamente a los líderes.
Tienen que ser atalayas, como Dios le dijo a Ezequiel que El lo había constituido atalaya de Israel, teniendo dos deberes:
oír la palabra de Dios y dar al pueblo el mensaje de Dios (Ezequiel 3:17).
Treinta capítulos después Dios repite el mensaje para luego, seguir diciendo
que el líder es responsable por hacer que todos conozcan adecuadamente la advertencia y mensaje de Dios. Si el líder no logra
dar el mensaje de Dios, tendrá que rendir cuenta por la sangre de esa gente (Ezequiel
33:1-9). Dios añade la responsabilidad de la intercesión a la función del atalaya (Isaías 62:6).
En el Antiguo Testamento no hubo, en realidad, pastores aunque tanto profetas
como reyes que Dios escogía, ejercieron algunos las funciones de atalaya en ciertas ocasiones. Pastor fue otro vocablo empleado
en la época del Antiguo Testamento para designar la responsabilidad espiritual de los líderes.
Dios quiere que tu, en tu calidad de líder cristiano, tengas el
corazón del pastor. Cada líder es responsable por pastorear toda la gente
bajo su influencia y cuidado. Cada anciano o diácono comparte algunas de las responsabilidades del pastoreo en una iglesia
en particular.
Cada profesor de escuela dominical o líder
de un grupo de la iglesia tiene una responsabilidad semejante. El obispo de una denominación o el supervisor de una
organización cristiana es responsable por pastorear a los pastores u obreros cristianos que supervise. El pastoreo es uno
de las funciones más importantes y necesarias del pueblo de Dios y, en cierta medida, cada cristiano es responsable por ayudar
a pastorear a los menores en la fe y también en edad.
Dios tiene el corazón del pastor. Moisés denomina a Dios como el pastor
de su pueblo (Génesis 49:24). David dijo de Dios “Jehová es mi pastor” (Salmo 23:1). Su salmo de pastor destaca
precisamente la manera en que Dios es nuestro pastor y la seguridad que tenemos debido a esta gloriosa verdad. El escritor
del salmo 80 oraba a Dios el pastor que conduce a su pueblo como rebano (salmo
80:1)
Isaías se regocija que Dios el soberano tenga el corazón de pastor.
Como pastor apacentara su rebano; en su brazo llevara
los corderos, y en su seno los llevara; pastoreará suavemente a las recién paridas. Isaías 40:11
Jeremías profetizo que Dios iba
a “Cuidar su rebano como pastor” (Jeremías 37:10).
Repetidamente en la época del Antiguo Testamento, podemos ver que cuando fallaba
la intervención humana, Dios ejercía su autoridad soberana y cumplía su promesa de intervenir (Jeremías 23:4;
Ezequiel 34:11-16; Zacarías 10:3).
Jesús anuncia en el Nuevo Testamento que El es el buen pastor y que Dios había prometido (Juan 10) y que va a cumplir las promesas del Antiguo Testamento y la función anunciada
en su propia parábola del Buen Pastor (Naún 10:2-5).
Cristo es el Buen Pastor porque El da Su vida por las ovejas Juan 10:10,15).
El hizo esto en dos formas. Se entrego a si mismo en forma plena y también a su ministerio y a los suyos. De esta manera,
El entrego Su vida cada día. También entrego Su vida hasta las últimas consecuencias pues no vaciló en morir por sus ovejas.
Como pastor cristiano tu debes disponerte a entregar diariamente la vida por tu rebano. Debes negarte a diario por amor a ellos. Debes regocijarte con los que
se regocijan y llorar con los que lloran (Romanos 12:15). Debes dolerte y arder internamente por los que pecan (2 Corintios
11:29). Debes sentirte débil con cada uno que se sienta débil (v.29) pero también debes estar listo para defender tu rebano
aun con tu propia vida si fuera necesario en momentos de persecución.
Como lideres cristianos debemos aprender a orar
para no depender de nuestros recursos naturales, sino de los recursos ilimitados
que Dios tiene a su disposición; para que nosotros podamos alcanzar la meta de
Dios que es salvar a los perdidos para su reino. Orar es pedir, orar es fervor, orar es interceder.
C. EL PASTOR Y EL ESPIRITU SANTO
El Espíritu Santo no ha venido para matar,
hurtar y destruir, sino a salvar, sanar, y vendar. Observemos con cuidado la proclamación hecha por Jesús en la sinagoga de
Nazaret con respecto a lo que EL haría ayudado por el Espíritu Santo: “El Espíritu del Señor esta sobre mi, por cuanto
me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad
a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el ano agradable del Señor” (Lucas
4:18-19).
Para vivir en armonía con el Espíritu Santo,
que esta en nuestro corazón, debemos tener gran cuidado de mantener una actitud reverente hacia El, sin entristecerle nunca.
Efesios 4:30 nos advierte: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios.” Si nos oponemos continuamente al Espíritu
Santo, El nos dejara tal como lo hace la paloma. Que terrible para el rey David cuando peco, llorando ante Dios dijo: “No
me eches de delante de ti, y no quites de mi tu Santo Espíritu” (Salmo 51:11)
El Espíritu Santo que descendió sobre Jesús
en la forma de una hermosa paloma, y permaneció sobre El, desciende hoy sobre nosotros, ansioso por llenar nuestro corazón.
El apóstol Pablo le dijo a los Efesios “No os embriaguez con vino, en lo que hay desilusión; antes sed llenos del Espíritu”
(Efesios 5:18). En el libro históricos de los hechos en su capitulo 2:12-13 esta registrado lo siguiente: “Y todos estaban
atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Que quiere decir esto? Mas otros burlándose, decían: están llenos de mosto”.
La Biblia contrasta, o en algunos casos compara,
la plenitud del Espíritu Santo con la embriaguez. Como el vino la plenitud del Espíritu Santo produce alegría y gozo en el
corazón. En cambio, aunque las consecuencias de que se beba vino son daño físico y la disipación, la plenitud del Espíritu
produce gozo espiritual, y termina dando placer celestial.
La vida llena del Espíritu tiene unas consecuencias
maravillosamente beneficiosas: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos, y cánticos espirituales, cantando y
alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios
Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Efesios 5:19-21). La plenitud
del Espíritu también nos hace fuertes en la fe y nos ayuda a servir a Dios, no con una emoción temporal, sino con un gozo
permanente.
La promesa de Dios es tan cierta y segura para nosotros como lo fue para Pedro y Pablo. Dios
no hace acepción de personas ni de periodos de historia cristiana. Dios se deleita
en derramar Su Espíritu Santo hoy así como lo ha hecho siempre.
J. Gregory Mantle reflexiona: “Una cosa es
tener el Espíritu y otra, muy distinta, ser ‘llenado’del Espíritu. Puede ser lleno como el árbol esta lleno de
sabia en la primavera; lleno en su tronco; lleno en su follaje. Tú puedes ser lleno del Espíritu así como el hierro al rojo
vivo esta lleno de fuego. Tomas el hierro, lo sientes frío, duro
y lo ves negro. Lo pones al fuego y el fuego entra en el hierro que, pronto, hace que cambie de color. Este hierro blanco
esta ahora poseído, penetrado por el fuego que esta dentro de el, ¿Somos así
llenos?”
La Biblia está escrita en forma de un texto
de teología; quienes la escribieron hablan de la gracia de Dios que obra en el alma y nos urge adueñarnos de esa gracia. La
Biblia abarca testimonios de aquellos que fueron transformados por la gracia de Dios. La Biblia emplea lenguaje humano descriptivo
y muchas de las profundas verdades teológicas son expresadas en frases y palabras pictóricas.
Ser llenos del Espíritu es más que tener inclinaciones
espirituales.
Algunos perdidos experimentan hambre espiritual
y tienen inclinaciones espirituales pues buscan a Dios quizás lo mejor que pueden con la luz que tengan pero, al igual que
Apolos, necesitan que se les enseñen el camino de Dios (Hechos 18:26).
No vivimos la vida cristiana hasta nacer de
Dios; tampoco llevamos una vida llena del Espíritu hasta que somos llenados con El. Sin, embargo, al entregarnos por completo,
consagrándonos como hijos de Dios, podemos recibir nueva llenura del Espíritu, nuevos derramamientos, nuevos torrentes en
nuestro ser mas intimo según lo necesitemos y pidamos a Dios.
*La labor del Espíritu Santo como maestro de
los creyentes se puede dividir en dos métodos fundamentales: Por medio de la
palabra de Dios, y por medio de las experiencias de la vida. Antes
que Jesús dejara este mundo, prometió repetidamente que el Espíritu Santo vendría para enseñarnos toda la verdad, y para capacitar
a los creyentes, para comprenderla y soportarla (Juan 16:12-14). Estas promesas del Señor fueron cumplidas en la vida de los discípulos después de Pentecostés.
Antes de Pentecostés, los discípulos no comprendían
las verdades mas profundas de las enseñanzas de Jesús. Después que El fue crucificado
y resucito, su desconcierto iba mas de toda descripción; estaban tan desorientados,
que no sabían que hacer. Sin embargo, después de haber sido bautizados en el Espíritu el día de Pentecostés, su vida dio un
drástico cambio. No solo recordaban las enseñanzas de Jesús acerca del Espíritu Santo, sino que también llegaron a comprender
el significado interno de la palabra de Dios.
Asimilaron estas verdades en su propia vida,
y de esta manera pudieron crecer.
Así nos sucede a nosotros
también. Aunque tratemos con todas nuestras energías de estudiar y comprender la palabra de Dios, si no gozamos de la ayuda
del Espíritu Santo, quien a su vez hace nacer el anhelo de sus enseñanzas, solo
podremos asirnos a palabras que no comprenderemos. Permanecemos desorientados y llevaremos una vida estéril en la que faltara
la profunda gratitud por la gloria de Dios que se puede obtener por medio de la fidelidad en la obediencia y el servicio de
Dios. No podremos alcanzar todo nuestro potencial
en Cristo, a menos que el Espíritu Santo de la verdad nos conduzca a beber la leche y la miel verdadera de la palabra, Esa
comprensión solo puede llegar por medio de la revelación del Espíritu Santo.
*El Espíritu Santo también nos enseña por medio
de las pruebas y experiencias de la vida diaria. Aprendemos a anhelar la voluntad de Dios y seguir el ejemplo de Cristo. Las
pruebas y la disciplina nos capacitan para reclamar como propia la verdad, y nos permiten hallar y realizar la comprensión
más profunda de la palabra.
No debemos menospreciar ni descuidar el vivir
en su totalidad las enseñanzas del Espíritu Santo que recibimos a través de las pruebas y experiencias de la vida real, además
de las que recibimos por medio de la palabra. Nacer de nuevo y hallarse bajo
el magisterio del Espíritu Santo es algo que podríamos comparar con inscribirnos en la “escuela” del Espíritu
Santo. En esta escuela no hay días de fiesta ni de vacaciones. En todas las situaciones de la vida, el Espíritu Santo nos
presenta a Cristo como modelo nuestro en el estudio de la palabra. Nos lleva a imitar su vida y a participar en ella. Muchas
veces al día, nos habla por medio de la palabra o de una experiencia, porque en
la escuela siempre hay clases.
La Biblia dice que cuando Jesús salio del agua
después de ser bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió sobre El en forma de paloma. Entonces, después
de regresar del Jordán lleno del Espíritu Santo, fue guiado por el mismo Espíritu al desierto para que fuera tentado
por el diablo durante cuarenta días (Lucas 3:22; 41-2).
Por supuesto, el Espíritu Santo no guió a Jesús
hacia aquellas tentaciones para destruirlo. Su propósito era disciplinarlo. De igual manera, el Espíritu Santo esta con nosotros
y nos enseña, tanto cuando sentimos la maravillosa gracia y la verdad de Dios, como cuando nos parece que nos ha abandonado
en medio de un desierto. El Espíritu Santo nos educa de tal manera que nuestra fe, centrada en Dios, confiada únicamente en
su palabra y con el amor y la esperanza del cielo, pueda crecer.
Bajo ninguna circunstancia deberían los creyentes
que han entrado en la escuela del Espíritu Santo sentirse desalentados o moverse en retirada. La Biblia nos da ánimos al decirnos: “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo
que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra
completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4). Si llevamos siempre
una vida que agrade a Dios y se centre en El, si siempre ponemos nuestra confianza
en el Señor Jesús, el Espíritu Santo, que ha venido para enseñarnos, nos hará crecer de manera que no nos falte nada en el
conocimiento de la palabra y de nuestra fe.
Le debemos permitir al Espíritu Santo que obre
a través de nosotros lo que le plazca a Dios, y no lo que nos plazca a nosotros; para que se cumplan sus propósitos, y no
los nuestros. A menos que se produzca un drástico cambio, solo podremos esperar de manera ocasional la maravillosa guía que
el Espíritu Santo nos pueda dar en todos los aspectos de nuestra vida.
Dios ha provisto la capacitación divina para
ti. La Biblia repetidamente nos da ejemplos de sus líderes que reciben este equipamiento especial. Esta es la era de la plenitud
del Espíritu.
Toda carencia del papel del Espíritu en tu liderazgo
no se debe a que Dios no lo quiera. Dios anhela darte todo lo que puedes recibir por su gracia, un líder revestido, ungido,
guiado y por el poder del Espíritu Santo, anhela hacerte un líder para su pueblo muchísimo mas efectivo de lo que has sonado
ser. El puede por su toque especial hacer que sobresalga en ti ese potencial que llevas dentro.
Su unción en toda su plenitud es para ti.
Bounds dice: “La unción, la divina unción,
ésta celestial unción es la que necesita y debe tener el pulpito. Este óleo divino celestial puesto sobre El por imposición
de la mano de Dios para suavizar y lubricar completamente al hombre-corazón, cabeza, espíritu-hasta que lo aparta con su poderosa
unción de todos los motivos y metas terrenales, de todo lo secular, mundano y egoísta, separándolo para las cosas que son
puras y divinas”.
En tu calidad de líder has sido escogido por
Dios y por su pueblo para guiar a otros creyentes. En sentido especial eres puesto aparte para representar a Cristo el Ungido.
Necesitas una unción especial y discernible para representar apropiadamente a Cristo y glorificarle. Eres persona marcada.
Puedes llevar honor o deshonor a Cristo de entre toda la gente; tienes que ser como Cristo y tener esa misma unción en tu
vida.
Debes también ser ungido en tu liderazgo. Puesto
que Cristo a provisto la unción para ti por su gracia, espera que seas constantemente ungido por el Espíritu Santo en todos
los aspectos en tu papel como líder.
APLICACIÓN:
Deseo con todo mi corazón que los pastores pongamos por obra lo que aprendemos y predicamos, ya que este es el testimonio
visible para todos los que no conocen a Cristo. Nuestro deber es representarlo como el Salvador de nuestra alma, y como la
única esperanza para el inconverso que pueden ser salvos de una muerte espiritual
eterna.
Conclusión:
Creo rotundamente que mi hipótesis acerca de la educación del pastor de una iglesia es incuestionable. A través
de la investigación de este trabajo “El Pastor y la Predicación” me
he dado cuenta que es necesario una preparación teológica adecuada en cuanto a ejercer el llamado al pastorado. Como he mencionado,
no solamente se involucra el dar un mensaje de salvación, sino otros elementos importantes que están relacionados con la Predicación.
Bendiciones.
Hno. Fredy Monterroza.